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Zoe Rosinach Pedrol fue una mujer excepcional, pionera en su campo, que a pesar de ser incomprendida por la sociedad de su tiempo, dejó un legado importante. Con una personalidad reservada y modesta, Zoe pasó gran parte de su vida en la sombra, hasta el punto de que muchos de sus clientes en la farmacia no sabían que estaban siendo atendidos por la primera doctora en Farmacia de España. Su vida estuvo marcada por la lucha, la soledad y la compañía de sus fieles gatos, siempre llamados Bobby. Sin embargo, la pregunta que sigue flotando es: ¿Nació Zoe antes de su tiempo?
La Infancia y Juventud de Zoe Rosinach
Zoe nació el 6 de febrero de 1894 en Lérida, en una familia culta y liberal. Era la tercera hija del dentista Pau Rosinach y de la comadrona Carme Pedrol. La familia tuvo cuatro hijos: Carme, Carmelo (llamado París en el entorno familiar), Zoe y Pau. Desde joven, Zoe mostró una gran inteligencia y determinación, lo que la llevó a completar sus estudios básicos y obtener el bachillerato en 1913 en el Instituto General y Técnico de Lérida.
Un Camino Universitario Lleno de Obstáculos
Zoe se matriculó en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona en 1913, donde destacó por sus calificaciones, a pesar de los obstáculos que enfrentó por ser mujer. En esa época, las mujeres apenas comenzaban a ser aceptadas en las aulas universitarias, y Zoe, junto a sus compañeras, tuvo que soportar discriminaciones como sentarse separadas del resto y ser escoltadas por un catedrático. A pesar de sus sobresalientes notas, no pudo aprobar la asignatura de Análisis Químico debido al machismo de un catedrático. Ante esta situación, Zoe decidió trasladarse a la Universidad Central de Madrid, donde finalmente se licenció en Farmacia en 1917 con honores.
El Doctorado y Reconocimiento Internacional
La pasión de Zoe por la farmacia la llevó a continuar sus estudios y realizar su doctorado en Madrid bajo la tutela del catedrático Francisco de Castro y del doctor Obdulio Fernández. Su tesis doctoral, presentada en 1920, se centró en la diferenciación de los bacilos diftérico y pseudo diftérico. Este trabajo no solo fue aprobado por unanimidad, sino que le valió el reconocimiento de la comunidad farmacéutica española y la felicitación personal del rey Alfonso XIII. Con este logro, Zoe se convirtió en la primera doctora en Farmacia de España.
Un Compromiso con el Feminismo
Zoe no solo se destacó en el campo de la farmacia, sino también en la lucha por los derechos de las mujeres. En 1920 fue elegida como la primera secretaria de la Juventud Feminista de Madrid, presidida por Clara Campoamor. Junto a su hermana Pau, que también estudió odontología, Zoe formó parte de los primeros movimientos feministas en España. Aunque sus caminos se separaron cuando Pau emigró a Chile, Zoe continuó su lucha por la igualdad en un país donde ser una mujer profesional aún era visto con recelo.
El Amor y el Cambio de Vida en Albalate del Arzobispo
El destino de Zoe cambió radicalmente cuando conoció a Pedro Baringo Alcolea, un médico de Zaragoza, durante uno de sus viajes en tren. Este encuentro llevó a un noviazgo por carta y, eventualmente, al matrimonio. Zoe dejó su vida en Madrid para trasladarse a Albalate del Arzobispo, donde tuvo dos hijos. A pesar de enfrentarse a la oposición de los vecinos por trabajar como farmacéutica, Zoe perseveró. En 1930, tras la muerte del farmacéutico local, tomó la plaza y abrió su propia farmacia, la primera en España fundada por una doctora en Farmacia.
La Guerra Civil y la Postguerra
Los años 30 fueron tiempos difíciles para Zoe y su familia. Durante la Guerra Civil, su esposo Pedro fue acusado tanto de derechista como de izquierdista, lo que les obligó a huir a Zaragoza. A pesar de las dificultades, Zoe logró abrir una farmacia en la ciudad, la cual trasladó en 1941 al nº34 de la calle Hernán Cortés. Zoe trabajó en esta farmacia hasta su muerte en 1973, siempre con discreción y dedicación, sin que muchos supieran de sus logros académicos.
Conclusión
Zoe Rosinach fue una mujer extraordinaria que, a pesar de los retos y la discriminación, dejó una huella imborrable en la historia de la farmacia en España. Su vida es un testimonio de la lucha por la igualdad y el reconocimiento de las mujeres en un mundo dominado por hombres. A día de hoy, su legado merece ser recordado y honrado, especialmente en lugares como Albalate del Arzobispo y Zaragoza, donde abrió las primeras farmacias como la primera doctora en Farmacia de España. Es hora de que su historia sea más conocida y celebrada.