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Extracto de una entrevista publicada en Heraldo de Aragón:
"Oí como un trueno, gritaron ‘Avalancha, avalancha’, y la nieve empezó a caer. Veía que me alcanzaba, intentaba huir esquiando y al final me atrapó y me tiró al suelo. Empecé a nadar, dicen que es lo que hay que hacer. Eso me ayudó. Cuando paró, tuve la suerte de estar enterrado de cintura para abajo porque si no me habría asfixiado. Pude salir y empecé a buscar a mis compañeros. La Guardia Civil encontró cinco cadáveres, pero durante varios días seguimos buscando, haciendo túneles, excavando... El último cuerpo tardó en aparecer".
Hoy hablamos de una de las peores tragedias que se recuerdan en el Pirineo Aragonés: la avalancha de la Tuca de Paderna, Cerler.
Cerler: la localidad más alta del Pirineo Aragonés
Cerler, al norte de la Comarca de la Ribagorza, se encuentra a 1.540 metros de altitud, lo que la convierte en la localidad más alta de todo el Pirineo Aragonés (por los pelos, que Villarrué la sigue de cerca).
Aunque está documentada desde el siglo IX y posee un patrimonio histórico muy interesante y desconocido, la fama llegó en la década de los 70 con la apertura de la estación de esquí de Cerler, la más alta y con mayor desnivel del Pirineo Aragonés.
Sumado a sus rutas senderistas —como la popular Ruta de las Tres Cascadas—, Cerler es destino de referencia para muchos amantes de la montaña.
El acuartelamiento militar de Cerler
Siguiendo la carretera hacia las pistas de esquí, a unos dos kilómetros del pueblo, se encuentra el acuartelamiento refugio militar de Cerler. Fue fundado específicamente aquí en los años 50 por la necesidad de controlar esta parte del Pirineo Aragonés, y por el buen acceso a rutas de comunicación transfronterizas.
Durante décadas, la historia de este acuartelamiento fue tranquila… hasta principios de los años 90.
La tragedia del 11 de marzo de 1991
El día de prácticas
11 de marzo de 1991.
Un grupo de militares tenía programada una sesión práctica de movimiento en montaña, con intención de subir al conocidísimo Pico del Alba.
Habían pasado la noche anterior en el acuartelamiento de Cerler y, a las cinco de la mañana, comenzaron la subida. El día era claro, con buena visibilidad; lo que viene siendo más que ideal para una ascensión con esquís. Aunque el grupo no se quiso confiar; de hecho, iba con muchísima precaución, como siempre debe irse en montaña.
Y es que 1991 había sido un año de intensas nevadas. Solo un mes antes, cuatro franceses habían muerto por una avalancha cerca de Astún.
La avalancha de la Tuca de Paderna
Cuando llegaron a la zona de la Tuca de Paderna, las temperaturas habían subido considerablemente. Las condiciones cambiaron y se tomó la decisión de cancelar la ruta, y volver por el mismo camino en grupos de entre ocho y diez hombres, con un mando al frente de cada uno.
Durante el descenso, los soldados escucharon un sonido que algunos describieron tiempo después como un trueno y otros como una especie de cañonazo. Al girarse, vieron cómo una avalancha gigantesca se les venía encima. Como se recomienda en estos casos, muchos intentaron escapar en diagonal, pero aquel alud era tan descomunal que no todos consiguieron salir de allí.
El rescate y las consecuencias
Los equipos de salvamento encontraron una lengua con un frente de nieve de 200 metros que, por la inclinación de la ladera, había cogido tantísima velocidad que llegó a enterrar a algunos soldados. Las labores de rescate comenzaron centrándose en quienes habían quedado parcialmente sepultados, personas que acabarían siendo fundamentales para poder localizar al resto de sus compañeros.
Aquel 11 de marzo de 1991 se recuperaron cinco cuerpos; los dos últimos aparecieron más de una semana después. La avalancha de la Tuca de Paderna acabó con la vida de nueve militares, en la que se considera una de las peores tragedias que se recuerdan en la historia más reciente del Pirineo Aragonés.
Estudios posteriores confirmaron que se trató de un “alud de placa”, un tipo de avalancha en la que la nieve se fractura en bloques poliédricos, que pueden llegar a tener el tamaño de una nevera e incluso de un coche.
El Juzgado de Boltaña condenó dos veces por imprudencia al capitán al mando de las prácticas; pero la Audiencia Provincial de Huesca se decantó por su absolución al considerar que si hay nieve, la posibilidad de avalanchas siempre estará ahí.
En su momento, la avalancha de la Tuca de Paderna fue muy mediática. Y la realidad es que nunca ha dejado de serlo aunque, desgraciadamente, por unas razones muy distintas a las que posiblemente os estéis imaginando.
Rumores de sucesos paranormales en el acuartelamiento
Los testimonios
Más de un año después de la tragedia, en el verano de 1992, comenzaron a circular rumores en el valle de Benasque sobre supuestos fenómenos extraños en el acuartelamiento militar de Cerler.
Supuestamente y según recogieron algunos periodistas, fuentes militares les comentaron que, en la tercera planta, que es donde estaban los dormitorios y donde parece ser que se llevaron los cuerpos de los fallecidos, empezaron a pasar fenómenos sin explicación.
Hubo soldados que hablaban de taquillas que se abrían y cerraban solas con una mala leche tremenda; un militar comentó que, después de asegurarse que no quedaba nadie levantado y ser el último en acostarse, escuchó claramente pasos en el pasillo de la centralita del acuartelamiento.
Otro de los testimonios decía que durante una ronda exterior por la noche, dos soldados vieron cómo las ventanas de las tres plantas se abrían y cerraban solas cada vez que daban la vuelta al edificio. Contactaron también con otro militar que, estando solo en una guardia nocturna, escuchó pasos que cada vez se acercaban más a él.
E incluso supuestamente parece ser que les llegaron a contar que habían visto figuras o sombras echándose en las literas que luego desaparecían, aunque los periodistas reconocieron no haber sido capaces de encontrar a un testigo directo que se lo pudiera confirmar.
La repercusión mediática
Hubo gente que empezó a relacionar las muertes en la Tuca de Paderna con lo que supuestamente estaba pasando en el acuartelamiento. El asunto saltó a la prensa: se llegó a decir que el ejército trataba de silenciarlo y que hasta habían contratado a un parapsicólogo para tratar de entender qué es lo que estaba pasando allí.
La indignación de los vecinos de Cerler se podía oler más allá de la comarca; el gobierno militar tuvo que salir a desmentir los rumores y a decir que no habían contratado a ningún parapsicólogo, que en el acuartelamiento no había pasado nada de nada.
Bastante habían sufrido ya.
No nos olvidemos: el año anterior nueve de sus compañeros habían muerto en una de las peores avalanchas jamás vividas en el Pirineo Aragonés.
El legado de la tragedia
A pesar de las especulaciones, las historias que surgieron y la gravísima tragedia en sí, la avalancha de la Tuca de Paderna sirvió para empezar a mirar a los aludes con unos ojos más críticos e intentar entenderlos mejor, para tratar de evitar que un accidente así pueda volver a suceder.
Recordar para no olvidar
El acuartelamiento militar de Cerler sigue atrayendo a muchísimos fans de lo paranormal, más aún desde que programas como Cuarto Milenio tuvieran la idea de mandar hasta allí a un equipo entero de televisión, colaboradores incluidos, para ver si conseguían pillar algún fenómeno extraño.
Pero aquí, lo verdaderamente importante es recordar a esas nueve personas que perdieron la vida aquel 11 de marzo de 1991: el teniente Álvaro Fernández, el cabo primero Ricardo Dorado y los soldados de reemplazo Juan Antonio Pozuelo, José Luis Rodríguez, Joaquín Pérez, José García, Jorge Górriz, José Manuel Tallón y David Vives
Nueve jóvenes con nombres, familias e historias que no podemos permitir que caigan en el olvido.
¡Vamos echando el cierre!
Ahora que hemos hablado largo y tendido de la tragedia de Cerler, os recuerdo que si queréis que hable sobre algún tema que os guste, podéis contactar conmigo a través de las redes sociales del podcast o mediante el formulario en aragonhistoriasyfalordias.com.
¡Que paséis un día de leyenda!
